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La justicia poética glorifica a Elena Congost, despojada de medalla en París

La atleta descalificada del maratón de los Juegos Paralímpicos por ayudar a su guía regresa a la competición en la media maratón de Ibiza: “A nivel mediático me hicieron un favor quitándome la medalla”

Elena Congost
Carlos Arribas

El 8 de septiembre pasado, Congost, atleta de Vic, Barcelona, terminó tercera, medallista de bronce, en el maratón para personas con discapacidad visual T12 de los Juegos Paralímpicos de París. Llegó bastante lejos de las dos primeras, las marroquíes Fatima el Idrissi y Meryem en Nourhi, y con tres minutos de ventaja sobre la cuarta, la japonesa Misato Michishita, a pesar de que en los últimos metros hubo de detenerse para ayudar a su guía, Mia Carol, que sufría dolorosos calambres y no se sentía capaz de terminar. Para hacerlo, soltó unos instantes la cuerda que le unía al guía, un gesto que está prohibido por el reglamento. Michishita protestó e inmediatamente se aplicó el reglamento: Congost fue descalificada. El bronce se le concedió a la atleta japonesa. La imagen de la llegada de Congost frente a los Inválidos y su cúpula dorada conmovió al mundo. “Finalmente comprobé que es verdad eso de que lo más importante no es ganar. En aquel momento”, recuerda Congost siete meses después, “lo más importante fue olvidar la medalla y ayudar a la persona que tenía al lado”.

Y el mismo mundo convirtió la emoción conmovida en indignación cuando se notificó la descalificación, que todos juzgaron contraria precisamente a lo que proclama el espíritu olímpico. “Y yo también me enfadé mucho en el primer momento. Perder la medalla significaba perder la beca del Comité Paralímpico Español (CPE), lo que sería el final de mi carrera deportiva profesional”, dice Congost, de 37 años y madre de cuatro hijos. “Pero al cabo de un día o dos ya me di cuenta de que algo importante estaba pasando. Así que en ese sentido, a nivel mediático, me hicieron un favor quitándome la medalla. Gracias a esta acción me ha conocido mucha gente que no sabía ni que existía, y eso que ya había ganado un oro en los Juegos de Río de Janeiro en 2016″.

La ley natural es mil veces más testaruda que los reglamentos que regulan el deporte y se manifiesta hermosamente a través del vehículo de la justicia poética, que escarnece a quien la niega y glorifica a quien la merece, como Elena Congost, desde aquel día convertida en la heroína del pasaje de los Inválidos.

Dorando Pietri, el maratoniano italiano descalificado después de ganar los Juegos de Londres en 1908 porque le ayudaron a levantarse cuando se cayó en el estadio, recibió al día siguiente una jarrita de plata como premio de consolación de manos de la reina Alexandra y se convirtió en el atleta más popular y reconocido de los Juegos. El maratón comenzó gracias a él a convertirse en la prueba que mejor simbolizaba el espíritu olímpico y en un fenómeno de masas.

Congost reclamó su medalla de manera amistosa. “No quería que se la quitaran a la japonesa para devolvérmela a mí. Simplemente pedí que se entregaran dos porque yo no había obtenido ninguna ventaja al soltarme de la cuerda”, explica Congost en vísperas de disputar, el sábado, su primera competición del año, la media maratón de Ibiza, de la que ha sido nombrada embajadora. “Como no me hicieron caso por las buenas, contraté al abogado belga Jean Louis Dupont, el mismo del caso Bosman que revolucionó el fútbol, y presentamos una demanda contra el Comité Paralímpico Internacional (CPI) en un tribunal de París. No hubo fraude, sino asistencia a una persona potencialmente en peligro. El procedimiento sigue su curso, hay que tener paciencia”.

Más rápida fue la reacción del CPE, que en noviembre mismo aprobó concederle una beca extraordinaria de la misma cuantía que la que le hubiera correspondido por la medalla de bronce, 2.050 euros mensuales. “Y también gracias al escándalo se me ha dado la oportunidad de tener voz y se me escucha cuando hablo y cuando explico todos los valores que tiene el deporte, los principios de equidad, fraternidad, ayuda mutua y espíritu de equipo”, señala Congost, que sufre discapacidad visual de nacimiento por una atrofia del nervio óptico. “Y casi lamento más que perder la medalla el hecho de haberme quedado tan cerca de romper la barrera de las tres horas en el maratón [su tiempo final fue de 3h 48s]. Mia, mi guía, desde el kilómetro 30 ya iba mal. Me fastidió bastante no bajar de las tres horas. Después de 12 kilómetros sin poder sacar lo mejor de ti, da rabia. Esa es mi mejor marca, pero sé que valía cuatro minutos menos seguro. Las tres horas es una barrera mental que sabes que la puedes superar pero no lo puedes demostrar”.

La media maratón de Ibiza es el inicio del viaje de Congost hacia Los Ángeles 28. “Voy sin ninguna marca en la cabeza, a un ritmo de cinco minutos kilómetro, más o menos. Estoy cien por cien pensando en Los Ángeles. En París ya demostré que el trabajo que había que hacer estaba bien hecho, y eso que solo lo preparé en un año, tras la cuarta maternidad”, explica la atleta que se entrena diariamente dos horas y media por la mañana y hora y media por la tarde, y se olvida de lo que los demás atletas llaman entrenamiento invisible, o sea, las siestas y el descanso, imposibles siendo madre de cuatro niños pequeños, Arlet, Abril, Ona y Lluc. “Imposible echarse la siesta. Los niños te quitan el descanso, pero te regalan motivación y felicidad. Este año me lo tomo muy tranquilo porque no hay Mundial de maratón. Es un año de coger fuerzas, planificar muy bien y hacer base, que es lo que me faltó el año pasado, que tuvimos que ir muy rápido. Tuve la tercera niña cinco meses antes de Tokio. Había entrenado durante todo el embarazo, y tenía invitación para competir, pero la federación española no confió en mí, y al día siguiente de nacer la pequeña me comunicaron que me dejaban fuera, y, además, me dejaron sin baja de maternidad porque era la tercera hija y así lo habían decidido ellos. Y no pude volver a entrenarme hasta mediado 2023″.

La prueba de Ibiza la disputará, excepcionalmente, con el organizador de la carrera, Dani Becerra, como guía, pero el resto de la temporada tendrá un acompañante nuevo, Roger Sans, de 29 años, que reemplaza a Mia Carol. “El cambio no ha sido a raíz de lo que sucedió en París, aunque él está todavía lesionado. Con Mia, que ya cumplió 57, ya habíamos quedado que él venía a París y ya estaba. Así que cuando el CPE me pidió que rellenara los papeles designando entrenador y guía, escribí el nombre de Roger Sans, que fue mi nutricionista durante toda la preparación de París. “Me queda la espinita de poder demostrar todo lo que llevaba dentro, y ahora tengo la oportunidad otra vez, aunque sea dentro de tres años y medio”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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