En los márgenes del Plan

De un tiempo a esta parte el Congreso de los Diputados parece contagiado del mismo enrarecimiento que envuelve a la nación cuya soberanía representa. La proliferación de gritones líderes de patrias sin Estado, hace que feas palabras impregnen aquellos nobles muros de tapices alegóricos, muy de otro tiempo, cuando España quería hacerse constitucional para poder parecerse a la de la alegoría: paz, libertad, abundancia y justicia.Ibarretxe ha venido a recordarnos nuestro diecinueve, a traernos un soplo de fresco y rancio aire carlista, de abertzale aranista que se empeña en ganar todavía la guerra con aurresku y pleno empleo dándose la mano. Las Cortes han perdido toda su solemnidad contagiadas de tanta invectiva hacia una nación en horas bajas. Toda la solemnidad que disfrutó Ibarretxe en la tribuna, con todo un país escuchando su verbo religioso y sin elegancia.

Y España, pidiendo perdón por existir. Por los males seculares inflingidos a las pequeñas patrias ibéricas reprimidas por la madrastra que nunca debió existir. Zapatero pidió disculpas por nuestro infame pasado y prometió que las cosas cambiarían, El propio Rajoy, confesó, con humildad, un vicio privado, como los cohibas: que le gustaba hablar de España, su país.

Pero eso sólo fue el país que seguro vería de nuevo amanecer al día siguiente con intactas listas de paro y sequía en sus campos, una dolorosa ironía del gallego. Porque Rajoy pronunció el mejor discurso que uno recuerde del cuestionado líder de los populares. Con el discurso del martes, Rajoy, estuvo a la altura de las circunstancias. No olvidemos, en los márgenes del plan surgió Rajoy entre agrias preguntas al lehendakari, surgió el gallego explicando que lo normal en un país democrático es eso, que los dos principales partidos nacionales traten de taponar una hemorragia semejante. Y emergió Rajoy confesando un íntimo amor hacia un objeto denostado.